Mahler: discografía esencial. Sinfonía Nº 5 (3/4)

>> domingo, 9 de enero de 2011




La tercera entrega en el recorrido por la mejor discografía de la Sinfonía Nº 5 de Gustav Mahler nos permite detenernos no sólo en la versión de uno de los directores para los que el compositor fue casi un alter ego, sino también por otras lecturas ejemplares, aunque no siempre elogiadas debidamente. Ellas destacan por su vigor y profundidad, y dos de las mismas, resultan de tomas en vivo de conciertos.


Intermezzo I: Haitink en Navidad y Tennstedt en Tokio
Deberíamos arribar a otra gran Quinta, que es la de Bernstein con la Filarmónica de Viena (tomada en vivo), pero antes debemos mencionar, aunque sea muy por encima, dos atractivas Quintas que tienen en común que están a cargo de dos directores que se dedicaron de lleno a Mahler pero que consiguieron lo mejor de sus versiones por fuera de sus integrales oficiales, que ambos las tienen. Estamos hablando del holandés Bernard Haitink y del alemán Klaus Tennstedt.
El primero, que ha grabado a Mahler toda la vida, registró su primera Quinta en 1970 con la Concertgebouw Orchestra (y varias veces más, luego, con otras orquesta). Pero la que registró en vivo la mañana del 25 de diciembre de 1986, con la orquesta de Amsterdam, y como parte del ciclo Kersmatinees, es su mejor versión, la más fresca y vital, más rica e inspirada, de todas cuanto le conocemos.
Otro tanto sucede con Tennstedt, quien junto a la London Philharmonic es dueño de un completo y apreciable ciclo integral, con una magnífica Quinta, pero no tan buena como la que capturaron los micrófonos de la Tokyo FM en Japón, en vivo, en 1984. Tal es la fuerza y el vigor de esta versión que fue editada en un disco individual, disco que es, con justicia, muy apreciado por los mahlerianos.

Bernstein (Viena), madura pasión
Pero anticipábamos que debíamos hablar de la versión de Lenny con la filarmónica vienesa, y es la hora. Bernstein ya había dicho lo suyo con esta obra en la etapa en que llevó a Mahler a todos lados y esa Quinta con la Filarmónica de Nueva York (1963) ya era de una gran calidad. Pero aquí estamos ante el viejo Lenny y la más vieja Filarmónica de Viena, que se despachan cada uno con una lectura estremecedora, directamente apasionada, de esta sinfonía, tomada en vivo en setiembre de 1987, en la Alte Oper de Fráncfort.
Como sería su Sexta (también punto altísimo de la discografía de esa obra), esta Sinfonía Nº 5 no escatima en nada si de sonar con el «sello Lenny» se trata.
Desbordada y a la vez preciosamente tocada, tiene uno de los más estremecedores tutti del primer movimiento que pueden oírse, y una seguidilla, a partir de ahí, de movimientos, que hacen imposible dejar de oírla. Está en la veta de tempi de Barbirolli y Farberman (es una diferencia notable con su versión de 1966 con New York), pero lo que en Barbirolli sirve para exprimir la riqueza de la partitura y en Farberman para leer al compositor con un concepto a la vez moderno y romántico, a Bernstein le sirve para hablar de sí mismo y de su compenetración con el mundo de Mahler. Cada nota en esta versión parece dicha en primera persona, y por eso las licencias en acceleranti y ritardanti, la furia con que se desarrolla el segundo movimiento o la conmovedora inspiración del Adagietto. Otro punto alto, y no podía ser menos.

Intermezzo II: un fino Chailly y un pulido Mehta
Haremos dos menciones intermedias antes de pasar a las dos últimas grandes versiones de la Sinfonía Nº 5. Una es para el italiano Riccardo Chailly, dueño de un ciclo de Mahler con la Royal Concertgebouw Orchestra de un nivel que sobrepasa lo normal, y quien dijo también lo suyo en 1997 con una Quinta profunda y exacta. De gran nivel y tan recomendable como la que más, merece una atenta escucha y tiene, quizá, la virtud de Gardel: sonar cada día mejor.
Aunque concebida en un estilo más «frío» que la de Chailly, algo similar sucede con la segunda Quinta que grabó Zubin Mehta, la de la New York Philharmonic (orquesta de un rol protagónico en esta selección). Registrada en 1990, regresa al estilo más cercano al de Walter, con una pureza sonora de gran impacto y un segundo movimiento capaz de anotarse entre los más perfectos jamás grabados. Lejos de carecer de personalidad, esta Quinta de Mehta, aunque rehúye de peculiaridades extremas, le toma el pulso justo a la partitura de Mahler a tal punto que cuesta encontrarle debilidades.

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