Bruckner - Sinfonía Nº 3 «Wagner» - Goehr

>> sábado, 30 de enero de 2010


Ignota grabación de la Sinfonía «Wagner»

«Si hay alguien que tenga ideas sinfónicas después de Beethoven, ése es Bruckner», sentenció, con magnánima autoridad, Richard Wagner. No se puede dudar de que el sentimiento de admiración del autor de Las Valquirias fuera genuino, pero tampoco caben dudas de que la admiración de Anton Bruckner para con Wagner era muchísimo mayor.
El organista de San Florián consideraba a Wagner el genio musical mayor de su tiempo, devoción que le valdría acabar entre los dos fuegos en que se debatía la guerra musical de su tiempo (los años ’60 y ’70 del 1800), es decir, a la antinomia estética entre los partidarios de Johannes Brahms y los de Richard Wagner.
Como fuera, y a pesar del carácter pusilánime de este devoto católico, a Bruckner no le minó en nada la fuerza compositiva esta lucha fútil entre gustos musicales y fue así que en 1873, diez años después de haber entrado en contacto con la música de Wagner al asistir en Linz al estreno de Tannhäuser, Bruckner dedicó su Tercera sinfonía a su admirado autor. Fue precisamente en el año en que el músico de Ansfelden conoció personalmente al creador de Tristán e Isolda (ópera recién estrenada), en una entrevista en que declaró su admiración y hasta tuvo la delicadeza de pedirle autorización para imprimir la dedicatoria en su Sinfonía Nº 3. Por supuesto, Wagner accedió.
Es esa dedicatoria la que autoriza a subtitular esta obra como Sinfonía Wagner, mucho más que la influencia o sonoridad puntual que del compositor alemán pueda percibirse. De hecho, estamos en un momento en que Bruckner está por dar el gran paso hacia la grandeza (la madurez que significará la Sinfonía Nº 4 «Romántica»), y sin embargo podemos apreciar los rasgos personales que marcarían la obra bruckneriana: la tremenda expresividad, la profundidad de su Adagio, la aparición «desde las sombras» del movimiento inicial).
Para disfrutar de esta obra hemos elegido una versión apenas conocida en estos tiempos, y no editada aún en CD, pero que ha puesto a nuestra disposición el especialista en Bruckner John F. Berky.
A él corresponde el salvataje desde el vinilo de esta lectura, registrada 1954 por el efímero sello de la Sociedad de la Sala de Conciertos. Se trata de la edición Raettig de la partitura, a cargo de Orquesta Filarmónica de la Radio de Holanda (la misma del ciclo Mahler por Edo de Waart), dirigida por Walter Goehr.

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Strauss R - Cuatro últimas canciones, Doce canciones orquestales - Schwarzkopf - Szell

>> miércoles, 27 de enero de 2010



Cuatro canciones sobre poemas de Hermann Hesse y Joseph von Eichendorff


>>MARTÍN ZUBIRÍA
(*)

El título de esta obra de Richard Strauss (1864-1949), su canto del cisne y el fruto de una última y soberbia madurez, no procede del compositor. No se sabe, por lo demás, si las cuatro canciones fueron concebidas por él como un ciclo unitario ni, en tal caso, cuál es el orden en que debería cantárselas. Tras la muerte de Strauss fue su editor quien decidió reunirlas bajo el título común de Cuatro últimas canciones y a él se debe también el lugar que tienen dentro de la serie. De hecho no se lo respetó en la función del estreno. Aunque no es raro oírlas en versiones con acompañamiento de piano, la partitura original es para soprano y orquesta.
En Suiza y apenas terminada la guerra, Strauss, que vivía allí en el exilio, leyó los versos de Eichendorff titulados En el crepúsculo donde una pareja de ancianos contempla una puesta de sol, tras una larga vida y se pregunta «¿Es esto acaso la muerte?» El poema reflejaba su situación y la de Paulina, su mujer, de un modo tan fiel, que decidió ponerle música. Y al hacerlo no dejó de citar, al llegar al último verso, el tema principal de un poema sinfónico que había escrito cincuenta años antes: Muerte y transfiguración.
Si bien este Lied fue el primero de los cuatro en ser compuesto, resulta un final ideal para la serie. Strauss lo terminó en mayo de 1948 – tenía ya 84 años –, y entre los meses de julio y setiembre hizo lo propio con tres poemas de Hermann Hesse, que, salvo el primero, también se relacionan con la muerte, pero con una muerte cuya llegada no causa espanto ni temor, sino alivio y un consuelo lleno de esperanza.
Las Cuatro últimas canciones, símbolo musical de la plenitud final de la vida, fueron estrenadas el 22 de mayo de 1950 en Londres, como obra póstuma, por la soprano noruega Kirsten Flagstad bajo la batuta de Wilhelm Furtwängler. Admiradas desde entonces como una cima incomparable del arte del Lied, fueron el broche de oro que cerró, de manera condigna, la larga y fecunda vida del compositor.

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A continuación presentamos la modélica versión del maestro George Szell al frente de la Radio-Simphonie Orchester Berlin, con la bella voz de la soprano Elizabeth Schwarzkopf. El disco está acompañado por las Cuatro últimas canciones y otras doce canciones orquestales de Richard Strauss, la mitad de las cuales, tocadas por la mencionada orquesta y el resto por la London Symphony Orchestra.

(*) El texto de Zubiría es el que acompañó el programa de un concierto de la Sinfónica de la UNCuyo en Mendoza y lo utilizamos por su gran valor didáctico.

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Heifetz - Transcripciones - Krylov - Mormone

>> domingo, 24 de enero de 2010


De virtuoso a virtuoso


El legendario violinista judío Jascha Heifetz (1901-1987) no sólo destacó por su estilo hipervirtuosístico, si cabe el término. Heifetz es, también, una de las figuras de la música más admiradas por otro talento del violín, el ruso Sergej Krylov, quien visitó la Argentina a mediados de los años ’90 ofreciendo recitales memorables, siempre acompañado por la pianista italiana Stefania Mormone.
La pasión de Krylov (a quien tuve la suerte no sólo de oír en tres o cuatro conciertos, sino también de conocer y de entrevistar) por Heifetz lo llevó a grabar en 1997 un disco con las más famosas transcripciones para violín del músico. Obras de lo más variadas, desde preludios de Gershwin a fragmentos de óperas de Prokofiev, pasando por Bach, Castelnuovo-Tedesco, Brahms, Debussy y Albéniz integran este disco con versiones para violín y piano, en las que ciertamente Krylov da prueba de su magnífica técnica y de un carácter un poco más viril, quizá, que el de Heifetz. Aunque siempre se nota que es Jascha el faro que lo ilumina. Junto, claro está, al inevitable Paganini.

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Bruckner - Sinfonía Nº 7 - Hindemith

>> jueves, 21 de enero de 2010



>>JOHN F. BERKY

Traducción de Fernando G. Toledo

Esta performance de la New York Philharmonic, grabada el 28 de febrero de 1960, fue editada en el sello Baton (LP # 1003). El sello Baton tuvo corta vida (sólo diez discos), pero nos dio un importante documento musical: Paul Hindemith como director de la Séptima de Bruckner. El compositor grabó el primer movimiento con la Chicago Symphony Orchestra, en los estudios de televisión de la cadena WGN, video que está actualmente disponible en DVD. Existe también una excelente grabación de una interpretación de 1955, con la Rundfunk-Sinfonie-Orchester Stuttgart.
En el concierto de la New York Philharmonic, Hindemith hizo una presentación de la obra. Esta presentación, que fue parte del programa, está incluida en este registro [que se puede descargar a continuación].

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Liszt - Sinfonía Fausto - Fischer

>> lunes, 18 de enero de 2010


Fischer, el intérprete perfecto

>>DAVID BRECKBILL
(*)

Franz Liszt alentó las empresas faustianas de Berlioz y Wagner y escribió esta sinfonía una vez establecido en Weimar, hogar de Goethe durante muchos años. De hecho se consideraba a sí mismo una mezcla entre Mefistófeles y Fausto, cínico pero buscador auténtico. La sinfonía Fausto, obra maestra orquestal de Liszt, se prolonga durante más de una hora. Consta de tres movimientos, que componen retratos del apasionado buscador Fausto, de la discreta e idealizada Gretchen y del sardónico Mefistófeles, respectivamente. Los temas de cada movimiento se transforman a lo largo de la obra, que además incorpora descripciones de sucesos dramáticos tomados del tratamiento que realizó Goethe de la leyenda.
Durante el siglo XIX y la primera mitad del XX la obra solo se interpretó de una forma esporádica. No es extraño, por tanto, que el nivel de popularidad que ha adquirido en la actualidad sufra unas consecuencias negativas: las orquestas no llevan esta música en la sangre, y la sinfonía Fausto requiere unas habilidades que no siempre destacan los directores y orquestas modernos. La grabación de Iván Fischer con la Budapest Festival Orchestra supone hasta la fecha, con diferencia, la interpretación más convincente de la partitura. El reto que plantea esta obra radica en la búsqueda del equilibrio entre caracterización vívida e ímpetu inexorable, y Fischer es prácticamente el único capaz de demostrar que la primera alimenta y potencia al segundo. Esta grabación incluye la conclusión instrumental original al igual que la posterior (y en la actualidad estandarizada) apoteosis coral con los solos del tenor.

(*) Texto incluido en el libro 1001 discos de música clásica que hay que escuchar antes de morir.

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La obra está interpretada por la orquesta de Fischer, la Budapest Festival Orchestra, el Hungarian Radio Chorus y Hans Peter Blochwitz como tenor.


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Beethoven - Sonatas opp. 26, 14 & 28 - Perahia

>> viernes, 15 de enero de 2010

Para oír a un Beethoven transparente


Corría 1990 y Murray Perahia (EE.UU., 1947) era ya un pianista prestigioso. Y más que eso. Al decir del director Julius Levine, ya a fines de los ’60 era «uno de los tres jóvenes pianistas más destacados de aquellos días».
Pero algo cambió en el principio de la última década del siglo pasado: Perahia se raspó el dedo con una hoja de papel y sufrió un pequeño corte. La herida derivó en una infección, un tratamiento fallido con antibióticos y complicaciones que llegaron a comprometer el hueso de su mano. El resultado: Perahia pasó cinco años sin tocar, viviendo un infierno de incertidumbre que recién acabó en 1998, con su vuelta a las interpretaciones y la grabación de un disco con piezas de Schumann.
A diez años de ese regreso, Perahia reaparece con fuerza en las bateas argentinas gracias a su disco con las sonatas opp. 26, 14 y 28 de Ludwig van Beethoven, repertorio éste en el que no ha indagado demasiado (sólo constan dos discos con sonatas del compositor alemán).
Esta grabación del estadounidense nos permite sorber plácidamente todo lo que constituye el rasgo principal de su arte interpretativo: una abrumadora elegancia, un planteo semi-objetivo de gran transparencia y una riqueza técnica sin artificios.
Esas virtudes son particularmente tangibles en su interpretación de la Sonata Nº 12 op. 26 o en la más célebre Nº 15 op. 28 Pastoral. Sobresalen en ambas sendos scherzos y, en la primera, también la marcha fúnebre, en la que Perahia lleva con increíble firmeza el ritmo de la misma hasta que el estruendoso final arriba con tal naturalidad que parece hacernos olvidar que comenzó mucho más tenuemente.
Ni qué decir de las dos sonatas que conforman el opus 14, donde otra vez, el pianista hace que la transparencia de su interpretación exalte la partitura hasta darle a esas obras una fuerza casi orquestal.
El sonido de la grabación, realizada en la imponente Rundfunkzentrum de Berlín, es casi perfecto. Notable reverberancia y limpidez, pero también cierto golpeteo que se cuela en los momentos de más tensión de las partituras. Esto, sin embargo, no alcanza a opacar, ni por lejos, lo que Perahia ofrece en este disco muy recomendable.


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Ravel, Chopin - Conciertos para piano - Argerich - Dutoit - Martin

>> martes, 12 de enero de 2010


Siempre Martha

Ésta es una buena ocasión para escuchar a la genial pianista argentina Martha Argerich en dos grabaciones no muy difundidas, rescatadas por el sello argentino Irco, de los estudios Cosentino. Estamos ante el Concierto para piano y orquesta en Sol Mayor, de Maurice Ravel, con la Orquesta de Cámara de Lausanne dirigida por Charles Dutoit (actual director de la Philadelphia Orchestra, y quien fuera esposo de Argerich). No se consigna, lamentablemente, ni año ni lugar de la grabación. El disco también ofrece la concentrada interpretación de la Argerich del Concierto para piano y orquesta Nº 1 de Frédéric Chopin, con la Orquesta de la Suisse Romande y Louis Martin en el podio. De esta toma sí figura la información: fue registrada el 25 de setiembre de 1959, en el Victoria Hall de Ginebra (Suiza).

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Shostakovich - Sinfonía Nº 9 - Haitink

>> sábado, 9 de enero de 2010



Las quince sinfonías de Shostakovich de principio a fin.
La integral de Bernard Haitink
Novena sinfonía

La Sinfonía Nº 9 en Mi bemol Op. 70 fue estrenada el 3 de noviembre de 1945 en Leningrado por la Orquesta Filarmónica de dicha ciudad, bajo la dirección de Yevgeny Mravinsky.
El 4 de febrero de 1945 se reúnen en Yalta Churchill, Roosevelt y Stalin. La guerra en Europa está llegando a su fin, la derrota del Tercer Reich es cuestión de meses. Los mandatarios de los países vencedores discuten el nuevo orden político que regirá el continente en la posguerra. El optimismo comienza a aflorar en las ciudades de la Unión Soviética y bajo este ambiente se desarrolla la vida cotidiana de la familia Shostakovich en Moscú. Tras la fría acogida popular a su octava sinfonía, Shostakovich encuentra refugio en la música de cámara y en las clases en el conservatorio; durante 1944 escribe el segundo cuarteto de cuerda (Op. 68) y el trío para violín, violonchelo y piano número 2 (Op. 67) que dedica a Ivan Sollertinsky, recientemente fallecido. Pero a principios de 1945 corre el rumor, en parte sostenido por el compositor, de que Shostakovich está trabajando en una nueva sinfonía al modo de la Novena de Beethoven. Era lo que tocaba, lo que todos esperaban, una magna obra que inspirara una sola palabra: «Victoria».
«Me gustaría componerla para coro, solistas y gran orquesta, siempre que cuente con el material adecuado para el libreto y cuando esté seguro de no ser sospechoso de querer establecer inmodestas analogías», comentó el músico a un colega. A finales de enero de 1945 ya tocaba para compañeros y alumnos fragmentos de una partitura que algunos clasificaron como majestuosa. De forma repentina, Shostakovich interrumpe la composición de la obra en la que está trabajando. Tres meses más tarde, en julio, retoma el trabajo, pero esta vez para escribir un tipo de sinfonía absolutamente diferente a la proyectada. En seis semanas acaba la partitura de una composición que, lejos de evocar a Beethoven, por su humor y por su ligereza más parecen un tributo a Haydn (cuyas sinfonías tocaba al piano cada tarde con Kabalesvsky). ¿Que motivó al compositor a dar un cambio de rumbo tan radical? Puede que no estuviese contento con lo que tenía ya escrito, pudiera ser, también, que, de forma consciente, rehuyera crear nada que pudiera ser motivo de «inmodestas analogías», considerando que nada podía ser comparable a la grandiosa sinfonía homónima del genio de Bonn.
Pero lo más probable es que, con la victoria sobre Hitler ya lograda, Shostakovich sentía que alguien en el Kremlin se apoderaría de una cantata de gloria a la victoria del pueblo soviético, para convertirla en una apoteosis de alabanza y culto a la personalidad del gran líder de la Unión. Tenía ante sí el mismo dilema de siempre, someterse y escribir una obra llena de ambigüedades que contentara a todos, o componer por y para el sufrido pueblo soviético, cuya sangre era la verdadera artífice de la victoria. La respuesta fue clara; privaría a los interesados de la posibilidad de establecer la imposible comparación con la sinfonía «Coral» de Beehoven y daría a las bravas gentes de su amada tierra la alegría y la celebración que estos se merecían.
Pese a su corta duración (no llega a 30 minutos) la sinfonía está estructurada en cinco movimientos, de los cuales los tres últimos se ejecutan sin interrupción. Ya en el primer movimiento (Allegro), estructurado en forma de sonata, es patente la razón para que los que esperaban una apoteósica obra se sintieran decepcionados. Las notas desenfadadas de las cuerdas, los solos de las maderas y las flautas desgranan en la exposición una danza jovial que deriva en motivos algo amenazadores en el desarrollo central. En la recapitulación los temas se presentan a cargo de irónicos solos de violín trenzados con arpegios a cargo del flautín. La característica más peculiar es la interrupción constante y desordenada de una ráfaga de dos notas emitidas por los metales, lo que dota al movimiento de un aire cómico. No han faltado críticos que han llamado a este grupo de notas el «motivo de Stalin», y que el compositor usa para ridiculizar al egocéntrico y metomentodo dictador. El segundo movimiento (Moderato) es casi un adagio que comienza con un lánguido solo de clarinete al que posteriormente se le van uniendo las diferentes maderas para pasar luego al lento discurrir de las cuerdas, en forma de delicada elegía. Como si de alguna forma se nos mostrara la parte mas melancólica de aquella sinfonía que todos esperaban y que no fue.A pesar de ejecutarse unidos los tres últimos movimientos presentan temas diferentes; en el tercero (Presto), un scherzo, en el que las distintas líneas de instrumentos de la orquesta desarrollan unas cadencias llenas de entusiasmo, que se van acelerando cada vez más, hasta ser interrumpidas por un brillante solo de trompeta, no obstante la desenfrenada melodía continua acentuada por los sonidos de las flautas y la pandereta, hasta que, de forma súbita, el ritmo se ralentiza dando paso al siguiente movimiento. Con la notación de Largo, el cuarto movimiento comienza con una sonora fanfarria a cargo de los vientos-metal que da paso a un intimista solo de fagot, contestado a veces por aquéllos. Sin interrupción se entra en el quinto movimiento (Allegretto – Allegro), con una graciosa melodía a cargo del fagot vuelve la alegría y la luminosidad del primer movimiento. Aunque los arpegios ascendentes y descendentes de las cuerdas aparentan trasmitir tensión al desarrollo, lo cierto es que la música desemboca en una danza llena de brillante júbilo y desenfrenadas piruetas, trasmitiendo una sensación de espectáculo gracias al tambor, los redobles de la caja y el batir de la pandereta. El clímax se interrumpe con un último golpe de pandereta como fin de la sinfonía.
Shostakovich predijo: «A los músicos les encantará interpretarla; y los críticos disfrutarán destrozándola». Curiosamente la primera reacción de los comentaristas de los medios oficiales, lejos de ser negativa, fue de aceptación; a esto ayudo la descripción que de la sinfonía hizo Mravinsky: «Es un alegre suspiro de alivio, una obra que ridiculiza la grandilocuencia, y que va contra la autocomplacencia y el dormirse en los laureles». Pero, una vez más, el aparato oficial, tarde pero contundente, actuó de nuevo. En septiembre de 1946 un artículo de la prensa oficial comentaba: «Se propone que la novena sinfonía de Shostakovich es un respiro, un ligero y divertido interludio entre obras significativas, un rechazo temporal a los grandes y serios problemas por la vía de la simplicidad y banales naderías. ¿Pero es este el momento adecuado para que un gran artista desconecte de la situación actual?». En Occidente la crítica fue, desde el comienzo, bastante más dura, aduciendo la manera infantil con que se enfrentaba al nazismo. Finalmente la sinfonía fue incluida en el decreto Zhdanov de 1948, por lo que fue prohibida, junto con otras de sus obras (entre ellas la octava sinfonía, paradójicamente acusada de lo contrario), siendo rehabilitada en 1955.
Al frente de la London Philarmonic Orchestra, Bernard Haitink nos ofrece una magnífica interpretación de esta obra maestra de la ironía, el paradigma de la «mala leche» en la música. Cuentan que mientras oía los ensayos del estreno, Shostakovich, entre bambalinas y sufriendo los primeros tics nerviosos que le acompañaron durante el resto de su vida, no cesaba de repetir para si mismo: «¡Eso es, circo, más circo!».

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Satie - Piezas para piano - Seow

>> miércoles, 6 de enero de 2010


Las piezas para piano de Erik Satie representan lo más conocido de la obra de este dandy francés, personaje singular que con su música y su personalidad hipnotizó a sus amigos y colegas, entre ellos el gran Claude Debussy.
Formado como pianista de cabaret y dado a los placeres de la noche, compositor autodidacta hasta avanzada edad e innovador nato, Satie solía volcar el humor y la melancolía, por iguales dosis, en estas piezas, completamente antirrománticas y perfectas como una gota de agua.
Pero aunque sus composiciones para piano suelen ser moneda corriente en los repertorios de los pianistas, éstas no son aptas para aquéllos que pretendan lucirse con ellas como virtuosos. Para tocar a Satie hay que hacerlo con el desparpajo y la falta de afectación que él parecía tener a la hora de componer (ni siquiera de Misa puede decirse que sea lo solemne que se supone debería ser). En este sentido, hay muy famosas interpretaciones de las obras de Satie que han impuesto un estilo pero que parecen muy alejadas del carácter original de las obras. En esto no tengo más que pensar en Aldo Ciccolini, autor de recordadas grabaciones para la EMI, en las que muchas veces intenta lucirse con lo que Bruno Gelber llama «puro noterío» y que, sin embargo, parecen destinadas a desvirtuar lo que quería Satie de sus obras.
El pianista de Singapur Yitkin Seow realizó su debut discográfico justamente con Satie, en este disco del sello Hyperion para el que, en principio, elige tempi muy cercanos a los de Ciccolini (de quien, justo es decirlo, hay apreciables versiones de Satie, como las de Jack in the Box o buena parte de los Sports et divertissements, así como los 3 Mouvements en forme de poire en el que las cuatro manos que pide la partitura son de él). Pero, al revés de Ciccolini, Seow sí parece transmitirnos a un Satie más auténtico, ya que en sus interpretaciones la levedad es una apariencia de ironía, y cada nota debe ser pulsada con la elegancia de un caballero con el traje remendado. Aunque está por debajo de otros intérpretes de Satie (Rogé, De Leeuw, Parlic, Thibaudet y sobre todo Santos me parecen superiores en este compositor), sin dudas Seow ha conseguido un disco refinado y hermoso.

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Bruckner - Sinfonía Nº 8 y obras para órgano - Jochum (Bamberger) + Kropfreiter

>> domingo, 3 de enero de 2010



>>JOHN F. BERKY
Traducción de Fernando G. Toledo

Lo que ofrecemos proviene esta vez del LP ORF (L 2955), que fuera reeditado a mediados de la década de 1980. Dicho sello proporcionó numerosas grabaciones realizadas con su propia producción en San Florián. El disco incluye la Sinfonía Nº 8 de Anton Bruckner con la Bamberger Symphoniker, dirigida por Eugen Jochum el 12 de junio de 1982, y un extenso recital con música para órgano compuesta por Bruckner e interpretada por Augustinus Franz Kropfreiter en el mismísimo «Brucknerorgel».

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Mahler - Sinfonías 1 a 10 y Das Lied von der Erde + Des Knaben Wunderhorn - Inbal

>> viernes, 1 de enero de 2010


La integral sinfónica de Gustav Mahler grabada por Eliahu Inbal a mediados de la década de los ’80, en el siglo pasado, es, antes que todo, algo así como una demostración de poder sonoro del sello editor, Denon. La empresa japonesa homónima, célebre por sus equipos de audio, llevaba adelante por entonces una colección de música clásica y jazz que alcanzó a construir un prestigioso repertorio, el cual ahora parece haber abandonado para seguir el camino de los «clásicos de venta rápida».

Una batuta elogiada
Inbal (Jerusalem, 1936), quien por entonces era considerado «una de las mejores batutas jóvenes de Europa» (cf. la entrevista realizada por J. L. Pérez de Arteaga para El País de Madrid, el 13 de noviembre de 1982), ejercía como titular de la Orquesta Sinfónica de la Radio de Frankfurt desde 1974. Formado como violinista, el israelí dio el salto como conductor al ser apadrinado por Leonard Bernstein y tomar luego clases de dirección con figuras tan insignes como Sergiu Celibidache o Franco Ferrara.
Acaso Denon haya visto en Inbal algo así como el heredero de Bernstein, y se convirtió en su «director-insignia». Para el sello, el director grabó, entre otros discos, las integrales sinfónicas de Mahler, Piotr Ilych Tchaikovsky y Dmitri Shostakovich; las dos primeras, con su orquesta de Frankfurt, y la última, junto a la Sinfónica de Viena. Además, registró las obras orquestales completas de Hector Berlioz y Maurice Ravel.

Un ciclo especialísimo
La integral de Mahler, apuesta absoluta de Denon, llegó en un momento de plenitud y entendimiento entre Inbal y su orquesta, y casualmente en competencia con la desordenada integral mahleriana que hizo Bernstein en digital, para DG. La de Inbal, sin embargo, llegó con varias novedades: primero, se realizó de manera cronológica, desde la sinfonía 1 a la 9 y el adagio de la 10. Segundo, Denon puso para la producción lo mejor de su tecnología sonora, cuestión por la que veinte años después, los registros siguen siendo admirables. Tercero, se realizó en un período de tiempo tan corto (entre febrero de 1985 y setiembre de 1986) que resulta increíble imaginar a Inbal y a sus músicos ensayando frenéticamente las difíciles partituras y perfeccionándolas para que quedaran plasmadas en tan fascinante epopeya.
El resultado recibió numerosos elogios (premios Diapason d’Or, Grammophone, Choc de la Monde de la Musique, Deutsche Schallplatenpreis, Prix Caecilia, etc.) y debió de satisfacer no sólo a los oyentes, sino también a Denon y al propio Inbal, ya que al finalizar el ciclo se decidió agregar al arsenal mahleriano La canción de la tierra (en marzo de 1988) y la Sinfonía Nº 10 (en febrero de 1992, acorde a la primera revisión de Cooke, más conocida como Cooke II). Aunque Denon armaría con eso una integral de 15 discos, Inbal también registraría luego para los japoneses, esta vez con la Sinfónica de Viena, más obras de Mahler: las Canciones para los niños difuntos, Las canciones de Rückert y Canciones para un camarada errante.

El Mahler de Inbal
Inbal concibe las sinfonías de Mahler como un continuo, hacia dentro de cada obra como hacia la totalidad de las 11. Avanzar en sus grabaciones permite hacerlo como en un camino, con naturalidad (contra aquellos que, por ejemplo, dicen que entre la Sinfonía Nº 1 «Titán» y la Sinfonía Nº 2 «Resurrección» hay un «salto» de magnitudes).
En Inbal, o más bien en la adición «Inbal + Denon» sobresale una característica notable: a pesar de que el director no piensa (a la manera objetivista) la música para que puedan oírse casi aisladamente los sonidos, sino como una masa en movimiento, las características de su elegante fraseo y la gran calidad de los equipos Denon hacen que las obras sean a la vez claras y compactas. Así, todo se oye, pero todo es parte indisoluble de algo más. Y si bien Eliahu no tiene frente a sí a monstruos orquestales como las filarmónicas de Viena o Berlín, la orquesta de la radio de Frankfurt parece congeniar a la perfección con su batuta titular, porque suena a un gran nivel.
Amante de los tempi lentos, imprime Inbal a sus lecturas una sutileza y fragilidad de las que hace surgir una pasión creciente, entre romántica y expresionista, como quien lee a Mahler a la luz de lo que significó su legado.
Para cualquier director es difícil conseguir un ciclo mahleriano perfecto. Inbal no es la excepción, pero en cualquier caso, todas sus versiones son de gran altura, y alcanza sus cimas mayores en las sinfonías 5, 7, 10 y Das Lied von der Erde, mientras ofrece convincentes lecturas de las 1, 2 y 8. Su Sexta «Trágica» es discutida por su lentitud, sobre todo en el primer movimiento, pero de innegable calidad, y es uno de los casos en que la grabación parece sumergirnos en medio de la orquesta, como si estuviéramos allí sintiendo su pulso.

El merecido rescate
A más de dos décadas de los inicios de tamaña producción, el sello económico holandés Brilliant Records decidió honrar esas grabaciones de Mahler por Inbal republicando la integral en una impecable caja con los 15 discos, cada uno en su sobre de cartón, y acompañados por un libreto de 44 páginas con notas atinadas y completas. El diseño es sencillo pero impecable (el de las portadas de Denon era directamente deslumbrante), y permite rescatar y darle actualidad a un conjunto de grabaciones que sin dudas merece ubicarse junto a ciclos completos de nombres más célebres (Bernstein, Solti, Haitink, Kubelik, Abravanel), pero ante los cuales éste de Inbal no se queda atrás.
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Compartimos aquí esa integral, con este artículo ya publicado originalmente el el blog del Cuervo, pero en esta ocasión y para celebrar la llegada de 2010, año del centenario del natalicio de Mahler, le sumamos la versión de Inbal de El cuerno mágico del muchacho y las Canciones de un camarada errante, con la Wiener Symphoniker y las dotadas voces de Iris Vermilion, Bernd Weikl y Jorma Hynninen.

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Mozart: Sinfonía Nº 25 - I Mov. - Böhm

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